sábado, 10 de diciembre de 2022

La metamorfosis

Todo sucede sin querer. Quizá el principio sea ese instante cuando despiertas a la vida y tu ingenuidad descubre la belleza. A partir de entonces eres ya prisionero y deseas ascender por una espiral desenfrenada de máscaras y escaparates porque confías construir allí un refugio a tu medida. Se trata de un error común propiciado tal vez porque guardas en el fondo de tu ser una atávica convicción de pertenencia a un escenario. Y este paso inicial, este trote divertido, acaba convirtiéndose en una carrera interminable detrás de metas artificiosas poco gratificantes. En este punto puedes llegar a perder tu identidad y autoconvencerte de que no persigues sombras, de hecho puedes simplificarlo todo a objetos tangibles y reales creyendo incluso que estás en posesión de la verdad... O puede ser que un día te canses, quizá te detengas por cualquier circunstancia y te dañe tiempo a pensar que la peonza sigue girando igual sin tu presencia; siempre en el mismo sentido, previsible, aunque no comprendas nunca sus mecanismos... Con suerte ese momento indeterminado de tiempo que ha ido germinando en tu conciencia, te permite otear tu sitio vacío y percatarte de que eres solo una viruta más de polvo, idénticas todas en su afán de adherirse en cada vuelta. Tal vez te rías, o llores, pero el hecho diferencial es que te desprendas. Los demás te mirarán extrañados. Intentarán ayudarte sin soltar su amarre; su unanimidad alimentará tu duda... no cedas. Nunca podrán comprenderte: su pensamiento sigue el momento de la inercia. Se irán aislando de ti hasta considerarte peligroso para su intereses. Si llegas a este punto ya no te convencerán sus soluciones y en esta caída (no sucede enseguida el desprendimiento) irás apreciando mejor las cosas sencillas, desnudas, ajenas a focos y sombras, que siempre estuvieron ahí. Después (es consecuencia inevitable) se despejarán las metas del horizonte y las cosas perderán su valor. Aquí ya no hay marcha atrás: sólo tú puedes dar valor a lo que vives. Si se desprende la fachada del miedo, del odio, de la envidia, de la ambición solo queda amor... ¡Amas!... ¡Podrás amar y regalar tu tiempo sintiendo placer por ello, sin esperar ningún eco! La muerte irá dejando de preocuparte y la nada inexorable ya no parecerá tan mala salida. Eres aire, parte de la nada y del todo a la vez: ¡no hay ninguna responsabilidad, vuela!... ¡Volarás, efímero y etéreo!... 

Pero escríbelo. 

Apúntalo todo antes de que se diluya la emoción. 

Aunque nadie más lo lea. 

Verbalizar la confusión y el desahogo te aliviará y tal vez te consolará otro día pésimo (mientras giras en la vorágine del mundo). 

Puede ocurrírsete leerlo y así recordar que sólo aquella persona que se desprende del mundo vale la pena. 

O no lo entiendas (pero te parezca bello).

O entiendas algo diferente (según las circunstancias).

Podrías estar en desacuerdo incluso.



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