domingo, 4 de abril de 2021

Los inadaptados

Me perdí. 

De repente, merodeaba en los márgenes del camino, sorteando matorrales y arbustos. Un sonsonete acariciaba mis circunvoluciones: deben estar ya buscándome. Cierto que me había tropezado con otra gente pero siempre nos mirábamos desconcertados, sin reconocernos, incapaces de ayudarnos. A pesar de todo no dejaban de sorprenderme y a menudo exclamaba: qué diablos hacen por aquí?! Sin duda, se trataba de inadaptados, de anacoretas, de solitarios al margen de las costumbres. No como yo. 

Temía que me preguntaran dónde quedaba ese camino... De hecho, yo nunca lo supe pero... cómo confesarlo! Anduve por atajos, por ramificaciones, por sendas que no me convencieron nunca preguntándome si algunos pocos, alguien, me echaría de menos o se percataría de mi falta. Dios mío, cuánto deseaba explicarle a esa persona interesada todo lo que había descubierto durante mi ausencia!... He estado esperando tanto tiempo ese momento! Le confesaría que yo siempre supe que había un camino multitudinario y lógico cerca de mí, que nunca perdí la fe... Guardo como un tesoro todas mis versiones de la verdad que seguro interesarán a ese ente imaginario... Por ese motivo quizá callo y huyo ante todos estos extraños personajes, ante esos focos dispersos del único camino tan embozados de miedo, tan apartados del rumbo que... obviamente, tampoco sabrán la respuesta. 

Pero lo que peor soporto es su vívida resignación. No como yo, que voy repitiendo en un soliloquio lo cercano que presiento el camino mientras me adentro en la densidad del bosque, sin percatarme que solo el silencio osa acompañarme en mi aventura. 

Solo faltaría, bromeo de tanto en tanto, que un día de estos se me presentara en esta vida, sin previo aviso, como una puñalada traicionera, la muerte.

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